El cliente, un constructor local, decidió comprar vagones de tren y colocarlos en una finca próxima a su domicilio a modo de instalación que permitiese albergar usos muy diversos (ha servido para presentaciones de libros, como campamento para equipos de arqueólogos en sus estancias de excavaciones veraniegas y para fiestas y encuentros). El proyecto consistió en pintar los vagones, levantar plataformas de madera entre ellos y cubrirlas abriéndose a las vistas hacia el mar; todo ello con un presupuesto y un proceso próximos a la autoconstrucción